19 enero 2012

A propósito del conflicto entre el Arzobispado de Lima y la Universidad Católica.

Considero que el actual conflicto tiene dos aspectos: el ideológico en su versión más conservadora y el interés económico. Agregado a ello hay que tomar en cuenta el “aporte” de las características de personalidad del Arzobispo Cipriani.

Esta situación se presenta dentro de un proceso de reacomodo de fuerzas al seno de la iglesia católica en el país. En el que sectores como el Opus y otros (sodalices) ocupan una posición ventajosa respecto a la jerarquía eclesiástica. Estos sectores expresan ideas no sólo conservadoras si no también fanáticas e incluso agresivas al demandar el allanamiento de quienes piensan diferente a ellos, así como al exigir de quienes les acompañan una actitud “militante”. Pero entendida esta militancia en su acepción de función que se desarrolla como parte de una fuerza en lucha, en combate. Militancia que demanda incondicionalidad ante una jefatura y renuncia a su individualidad. Es decir exigencia e inflexibilidad. Parecería ser que es la corriente predominante desde el Vaticano y que es esa la condición de poder con que cuenta Cipriani. Sería una cuestión de modificación de estrategia lo que podría posponer el zarpazo a la universidad.

Y a ello se resisten hoy los sectores pensantes de la iglesia, en este caso aglutinados en la defensa de la Universidad Católica, apoyados por creyentes y no creyentes. En defensa de la libertad de pensamiento, de crítica, de investigación, de formulación de alternativas, de desarrollo de las capacidades del individuo en las diversas áreas de manifestación humana.

De otro lado, el conflicto iniciado por el arzobispado se da en un momento de descrédito de la iglesia a nivel mundial, como consecuencia de la actuación delictiva de no pocos de sus integrantes ordenados, así como del recuento que la historia hace del papel que ha desempeñado, en muchos casos, al lado de opresores e incluso tiranos sin escrúpulos, a lo largo del devenir social.

Sumado a lo anterior, se encuentra el crecimiento de las diversas confesiones en la población. Porque la humanidad aún necesita sentir que trasciende y que supervive más allá de su existencia material. Porque aún busca respuestas, porque aún necesita sentirse cobijada y también liberada de la responsabilidad final de sus actos.

El lunes 12 “La República” publicó un artículo de Carlos Ramos N., Subdirector del Instituto Riva Agüero, en el que detalla el proceso de conformación de la UC y precisa que la fundación legal de dicha casa de estudios se realizó el 24 de marzo de 1917, a través de una Resolución Suprema del Ministerio de Justicia, Instrucción y Culto. Dos años después de la reforma de la Constitución de 1860, en que se declara la libertad de cultos en el Perú. De tal manera que la demanda del arzobispado carece de asidero legal.

Pero, no es el dato del hecho administrativo lo que permite una mirada más amplia de dicho proceso, si no el ambiente en que se desarrolla y que no era otro que las pugnas entre congregaciones presentes desde la Colonia. Enfrentamientos que llegaron incluso a la expulsión de las órdenes que no contaban con suficiente apoyo en las esferas del poder. Situaciones que se presentan aún en nuestros días. Ahí tenemos los casos de no sólo el cura Arana, si no del sacerdote a quien pretenden regresarlo a su país de origen por trabajar y apoyar a la población en su defensa del medio ambiente ante la explotación petrolera y minera. O como la congregación que para seguir trabajando en el sur del país (Cuzco/Puno) se ha visto precisada a tomar la forma de ONG, en vista que el arzobispado le ha retirado la autorización para ejercer.

Es decir que hoy como ayer las controversias, las pugnas y las presiones están presentes y forman parte de la vida política del país.

ZL - OCt 2011