30 agosto 2007

A LA CAZA DE NOTAS

Por Kart Wiesenfeld (Físico, enseña en Georgia Tech, Atlanta)
Tomado de Newsweek en Español (Junio de 1996)

Fue un error de novato. Después de 10 años debería haberlo sabido, pero fui a mi oficina al día siguiente de que fueron colocadas en el mural las calificaciones finales. Alguien golpeo tentativamente la puerta. “Profesor, estuve en su clase de Física. Salí mal. Me pregunto si hay algo que pueda hacer para mejorar mi calificación”. Pensé: “¿por qué me lo preguntas?¿no es tarde para preocuparte?”.

Luego de que el estudiante me contó sus penurias y se fue, sonó el teléfono. “Saqué un “regular” en su clase. ¿Hay alguna manera de que usted la cambie por “pendiente”?”.Luego comenzó el asalto por correo electrónico. “Soy demasiado tímido para ir a hablar con usted, pero no para pedirle una mejor calificación. De todas maneras, vale la pena intentarlo”. Al otro día tuve tres mensajes telefónicos de estudiantes que me pedían que los llamara. No lo hice.

Hubo un tiempo en que uno recibía una calificación y eso era todo. Podíamos gemir y lamentarnos, pero había que aceptarlo como resultado de nuestros esfuerzos. En los últimos años, sin embargo, algunos estudiantes han desarrollado la tendencia a comportarse como consumidores descontentos. Si ni les gustan sus notas, acuden al mostrador de “devoluciones” para trocarlas por otra mejor.

Lo que me alarma es su indiferencia hacia las calificaciones como indicios del esfuerzo personal. Cuando se les presiona a responder porque creen que merecen mejores notas, muchos admiten que no se las merecen, pero que les gustaría tenerlas.

Habiendo crecido en un ambiente donde se otorgan estrellas doradas en reconocimiento al esfuerzo y caritas sonrientes por mostrar dignidad, han aprendido que pueden avanzar sin mucho trabajo si pueden convencer al profesor para que les de una oportunidad. Esta actitud va mas allá del cinismo. Hay una extraña inocencia tras la idea de que uno puede esperar (e incluso merecer) una mejor calificación simplemente rogando por ella. Con esa perspectiva, supongo que no me debería haber sentido tan asombrado por el hecho de que 12 estudiantes me pidieran que cambiara sus notas luego que éstas fueran colocadas.

Este número representa el 10% de mis alumnos, quienes dejaron pasar tres meses de exámenes parciales, exámenes cortos e informes de laboratorio, antes de que ya no hubiese más remedio. Mis alumnos llaman a esto “pensamiento hiper-racional”: si el esfuerzo y la inteligencia no son tan importantes, ¿por qué deberían serlo las fechas límites?. Lo que importa es obtener mejores notas mediante una bonificación inmerecida , lo que equivale en términos académicos a ganarse una tostadora o una camiseta gratis.

Sus razonamientos para obtener mejores notas a menudo ignoran el rendimiento académico. “Si mi calificación no sube a “regular” pierdo mi beca”. “Si no me da un “bueno” renuncio”. Al parecer, soy el responsable de que alguien pierda una beca, abandone sus estudios o decida si la vida tiene sentido o no. Quizás estos estudiantes me ven como un agente de bienes con algo que ellos desean: una nota.

Que la universidad realmente ofrece la posibilidad de aprender es considerado irrelevante, poco menos que inútil, debido a que requiere de mucho trabajo y largas horas. En una sociedad saturada de valores superficiales, el amor por el conocimiento en sí suena como algo excéntrico. Los beneficios de la fama y la riqueza son más obvios. ¿Es correcto culpar a los estudiantes por reflejar los valores superficiales que saturan nuestra sociedad ?.

Por supuesto, es correcto. Lo que ahora debería hacer esta gente es tomarse a sí misma en serio, ya que nuestro país se verá forzado a tomarlos en serio después, cuando haya mucho más en juego. Deben reconocer que su actitud no sólo es autodestructiva, sino que es socialmente destructiva. La pérdida del control de calidad –dar las notas apropiadas a los logros- es una gran preocupación en mi departamento. Un colega me hizo notar que un estudiante de Física podía obtener un título sin jamás haber respondido por completo ni una pregunta de examen por escrito. ¿Cómo? Mediante la obtención de créditos parciales y adicionales. Y con cierta ayuda en sus notas.

Pero, ¿Qué sucede una vez que esa persona se gradúa y logra un trabajo? Ahí es cuando se multiplican los percances que resultan de la pérdida de los niveles académicos. Nos lamentamos de que los estudiantes sean “impulsados hacia arriba” hasta que salen de la secundaria, pese a ser analfabetos e ineptos en matemáticas, pero parecemos despreocuparnos de graduados universitarios cuyas menos flagrantes deficiencias son mucho más dañinas si sus credenciales exceden sus habilidades.

La mayoría de mis estudiantes se especializan en ciencias e ingeniería. Si son buenos en la obtención de notas parciales, pero no en dar respuestas correctas, eso significa que el nuevo puente se derrumbará o que el nuevo medicamento no resultará. Se encuentran ejemplos aquí en Atlanta. El año pasado, una torre de iluminación del estadio olímpico se desplomó y mató a un trabajador. Se cayó debido a que un ingeniero calculó mal cuanto peso podría resistir. Un edificio nuevo de 12 pisos podría desarrollar peligrosas grietas debido a más de 15 centímetros de desnivel en su base. El error se debió a datos incorrectos que se suministraron a una computadora. En el mundo real, estas son consecuencias de errores y falta de experiencia.

Pero esa lección es ignorada por el 10% quejoso. Diga que no quiere (no que no puede, sino que no lo hará) cambiar la calificación que merecen por la que ellos desean, y a menudo se quedarán perplejos o enojados. No piensan que sea correcto que se les juzgue según su rendimiento y no según sus deseos o “potencial”. No piensan que sea justo poner en peligro sus becas o estar en peligro de dejar sus estudios, sencillamente porque no pudieron hacer o no hicieron su trabajo. Pero es más justo, es algo necesario para ayudar a preservar el mínimo de calidad que nuestra sociedad necesita para mantener su seguridad e integridad. No se si los estudiantes de última hora aprenderán esa lección, pero yo he aprendido la mía. En adelante, después de que se hayan puesto en el mural las notas finales, me esconderé hasta que comience el próximo trimestre.

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1 Comments:

At 8:41 p. m., Anonymous Anónimo said...

"... el amor por el conocimiento en sí suena como algo excéntrico ..."
Creo que en esta frase está el meollo del asunto.
El "sentido común" dice que conocer por conocer no es rentable. Lo rentable es conseguir el cartón para tener un sueldo.
Una posible salida: hacer visible lo rentable que es conocer (aunque no se tenga cartón) ¿será viable?

 

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